La felicidad duradera no existe y quien diga lo contrario es que se conforma con poco y no le pide demasiado a la vida. También puede ser que los parámetros de unos y otros sean distintos. Pero creo para las que tenemos una cierta (o incierta) edad y experiencia de la vida, ser feliz tiene mucho que ver con tener salud y encontrarse bien consigo misma y poder compartir y contar con las personas queridas, bajo unos mínimos económicos que nos permitan vivir y no subsistir.
Pero como no todo lo podemos controlar, hay días que estamos de mal humor y desanimados sin poderlo evitar y otros, en las mismas circunstancias o peores, en los que nos encontramos satisfechos con el mundo y plenos de energía, y encontramos esos momentos de felicidad en las pequeñas cosas.
Nadie es feliz sin más y sólo por desearlo, y creo firmemente que somos nosotros los que tenemos que poner el esfuerzo y encaminar nuestros pasos a conseguir disfrutar al máximo de la vida.
El problema está es que muchas veces vamos como «pollo sin cabeza», y gastamos nuestras energías en esfuerzos inútiles. La felicidad no es el objetivo sino los pasos que se dan para ser cada vez más felices, o lo que es lo mismo, estar cada día más en armonía con nosotros y con el mundo. Dejemos de tener siempre la mente ocupada y escuchemos más a menudo a nuestro cuerpo.
